miércoles, 25 de agosto de 2010

Capítulo seis

Autora: Valeriya

Siento la tardanza.

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En un local del centro de Londres, un hombre bebía en la barra y fumaba un cigarrillo mientras esperaba a su invitada. Lo bueno de Valeriya Petrov era que le interesaba de sobre manera que sus hombres estuvieran vivos, ya fuera por orgullo o preocupación. El caso era que con eso se la podía manejar con bastante facilidad. No obstante, era de estúpidos cabrearla y no tomar precauciones cuando la tratas. Sobre todo en persona. Por eso había colocado algunos hombres de incógnito en el bar. No es como si temiera que la mujer de pronto se volviera loca y le dejara como un colador, no señor. Él no tenía miedo nunca, era precaución. La mano que sujetaba el vaso se quedó estática mientras le comenzaba un tic en la ceja al imaginar la escena de Valeriya cabreada.

El sonido de unos tacones llamó su atención y dejó la copa en la barra. Con una sonrisa prepotente, se giró hacia la mujer que estaba parada tras él.

Valeriya Petrov era una mujer de estatura media, con una larga cabellera rubia que siempre sujetaba en una coleta, y unas curvas prominentes. Solía vestir trajes elegantes que marcaban su figura, zapatos de tacón –que no lograban hacerla mucho más alta –, y una fina gabardina por encima. Las facciones de su cara no eran finas –aunque algunos dirían que parecía una muñeca –. Sin embargo, la expresión que ponía y la frialdad de sus ojos amedrentaban al hombre más fornido. Justo como se esperaba de la líder de una mafia.

Entonces se fijó en el hombre que estaba detrás de ella. Aparentaba tranquilidad, pero sus ojos reflejaban una seriedad perturbadora. Parecía el tipo de hombre que podía masacrar un bar lleno de gante y acto seguido, ir a una fiesta con tanta frescura como si hubiera acabado de comprar el pan.

-Me citaste aquí, Vongola. Deja de mirar a mi subordinado.

Con una sonrisa relajada, Ivanov se dirigió a Valeriya.

-Creí que habría entendido que la esperaba sola.

-¿Para qué? ¿Crees que no he notado los hombres que tienes en el bar? –Valeriya entrecerró los ojos. –¿Qué pretendes?

Entonces Ivanov ensanchó su sonrisa.

-Es muy sencillo, querida. Siéntate. Tomemos algo, es aburrido hablar de negocios sin un trago en la mano. ¡Ah! Pero me temo que tu perro tendrá que retirarse. Los negocios deben hablarse en privado. –Valeriya se sentó dirigiéndole una mirada significativa a Enki, que se fue a sentar a una mesa apartada. Tal vez no oyera la conversación, pero no les perdería de vista. El tipo le daba mala espina. –Vodka, ¿verdad?

-Claro.

Debía actuar con cuidado. Sin duda quería patearle las pelotas a ese tipo, pero antes debía recuperar a Naswish.

-Hemos descubierto algo interesante, Valeriya. Al parecer uno de tus cachorros ha estado investigando nuestros asuntos más de la cuenta. ¿Sabías algo?

-No tengo ni idea.

-Mmm, tal vez deberías apretarles más la correa.

-Mmm. Por mi parte, he recibido noticias de que algunos de tus chicos han estado meando en mi territorio. ¿Sabes tú algo de eso?

Ivanov miró a Valeriya con los ojos muy abiertos en una mueca de sorpresa.

-¿Mis chicos? Oh Dios, ¿cómo puede ser?

-Tal vez tú también deberías apretarles la correa un poco más a los tuyos.

-Mmm, entiendo. Pero comprenderás que no puedo dejar ir a alguien que posee información sobre mi “casa”, ¿verdad?

Valeriya miró a Ivanov fijamente a los ojos. Entonces Ivanov entornó su característica sonrisa prepotente.

-Te propongo algo, maya crazavitza. –Valeriya reflejó en su rostro la molestia que le había provocado aquel apelativo. –Yo castigo a mis chicos si a cambio el tuyo deja toda la información que haya obtenido bajo mi llave. ¿Qué te parece?

Valeriya apuró el último trago de su vaso de vodka antes de contestar.

-De acuerdo Vongola, trato hecho.

-¡Estupendo! Pero por favor, llámame Ivanov. –Valeriya se dispuso a levantarse del taburete, pero Ivanov la sujetó de la mano. –Por favor, acompáñame un rato más. Hay que celebrar el acuerdo, ¿otro vodka?

Enki veía desde su mesa cómo Valeriya volvía a sentarse. Según la expresión que había puesto Ivanov hacía unos momentos, el problema estaba solucionado. Entonces, ¿por qué su jefa se volvía a sentar y pedía otra copa? Espera, no se pondría a beber ahora, ¿verdad? Ese Ivanov era un idiota. ¿Cómo se le ocurría invitar a Lera a beber? ¡Encima vodka! ¡Pero si ella no paraba hasta acabar ciega! Y para colmo le tocaría a él cargar con ella y su mal carácter.

Vio cómo Valeriya bebía otro trago y le cayó una gota por la sien. Más valía que hubiera algún médico entre los hombres de Vongola.

Muchas horas y copas después, se podía ver a Enki sujetándose la cabeza con la mano mientras le rodeaba un aura de depresión. Valeriya e Ivanov estaban tan alegres en la barra. Hablando alto –en caso de él –, riendo y bromeando como dos buenos amigos. Mierda. Lera estaba borracha.

Enki tuvo una mala sensación cuando después de un comentario de Ivanov, a Valeriya le aparecía un sonrojo en la cara y el otro sonreía de forma interesada. Bien, era hora de intervenir.

Temiendo por su vida, Enki se levantó y se dirigió a donde estaban los otros dos. Cuando llegó, Ivanov se estaba riendo.

-Esto, Lera…

Esta miró a Enki enfadada.

-Enki, ¿qué coño estás haciendo aquí? Largo.

-Pero es que, deberíamos volver. Se está haciendo tarde.

Ivanov se dirigió a Enki con tono jovial.

-No te preocupes, chico. Puedes irte. –entonces pasó un brazo por los hombros de la mujer. –Yo la cuidaré.

Y cuando Valeriya miró a Ivanov con una sonrisa en los labios, Enki tembló de miedo.

-Crazavitza maya, ¿por qué no nos vamos a un lugar más privado?

Enki se sorprendió cuando Valeriya le respondió afirmativamente sin inmutarse por lo que la había llamado.

Sin más, ambos se levantaron. Enki marchó detrás de ellos en silencio, viendo cómo Ivanov agarraba de la cintura a Valeriya.

En eso, Valeriya se chocó con un perchero. Inmediatamente se soltó de Ivanov, se pudo en guardia y miró mal al objeto inerte.

-¡¿Quién te crees que eres imbécil?!

Ivanov veía todo con mirada concentrada como si no entendiera del todo la situación.

Cuando Valeriya metió la mano en la chaqueta dispuesta a sacar la pistola, Enki corrió a intentar calmarla.

-¡Espera Lera! Vas a dispara a un perchero.

Valeriya miró a Enki con cara asesina y le habló arrastrando de vez en cuando alguna sílaba.

-¿Insinúas que YO me ha tropezado? ¿Me estás llamando torpe?

Con rapidez, Enki contestó con voz conciliadora.

-¡Claro que no! ¿Cómo voy a decir eso?

-Entonces, ¿dices que estoy borracha y que no veo por dónde voy? –Valeriya le apuntó con la pistola.

-¡Cla- claro que no! ¿Cómo se te ocurre? Je,je.

Enki estaba sudando. Como encontrara al tuerto que le había mirado, le sacaría las tripas y se las daría a Rohan.

De pronto, como si hubiese recordado algo importante, Ivanov despertó de su trance y volvió a pasar el brazo por la cintura de Valeriya.

-¡Ey! ¿No teníamos algo pendiente? Valeriya reaccionó de inmediato y se giró hacia Ivanov.

-Cierto. –Entonces guardó el arma y se dirigió a Enki por última vez. –Vete a casa, Enki. Tengo asuntos que tratar con Ivanov. Tardaré un rato.

Ivanov la atrajo hacia sí y le dijo insinuante, –Más bien la noche entera. Vamos en min coche.

Valeriya sonrió cómplice y los dos salieron del local.

En silencio, Enki esperó a que salieran para montar en el coche y seguirlos discretamente. Puede que fuera un pasota, pero no iba a dejar sola a su amiga sola a merced de ese tipo.

Después de un rato, Enki paró el coche mientras veía a Valeriya e Ivanov entrar a un edificio de apartamentos de lujo. Sería muy arriesgado entrar, por lo que se quedaría esperando en el coche hasta que salieran.

A la mañana siguiente, Valeriya despertó en una cama enorme y desordenada, desnuda y con resaca. Podía oír ruidos a través de la puerta. Como de alguien cocinando.

Con lentitud se levantó de la cama. Al no ver su ropa por ninguna parte, salió de la habitación cubierta con la sábana. La estancia era grande. A un lado estaba el salón, decorado con muebles muy caros –entre ellos una tele de plasma enorme –. Todo estaba bien iluminado, para tortura de sus ojos, por una enorme ventana que ocupaba prácticamente toda la pared. Al otro lado, separada por una encimera, estaba la cocina. Ivanov estaba frente al fuego vistiendo tan solo unos pantalones de pijama.

Valeriya se dirigió a él con voz firme.

-¿Dónde está mi ropa?

Ivanov la miró con una sonrisa tranquila.

-La eché a lavar. Estará seca para cuando acabemos de desayunar. ¿Cómo quieres los huevos?

Valeriya le dirigió una mirada feroz.

-Si no tengo ropa, ¿con qué se supone que me voy a vestir?

Entonces, Ivanov paró todo movimiento y la miró de forma seria y penetrante.

-Hay un disfraz de conejita. –cuando vio la mirada que la mujer le dirigía, se apresuró a añadir. –Pero si quieres puedes ponerte algo mío. Coge lo que quieras del armario.

Cuando Ivanov acabó de poner la mesa, vio a Valeriya salir de su cuarto. Entonces se congeló. Así, con el pelo suelto y desordenado, una camisa que le quedaba grande, y unos vaqueros que le colgaban por todas partes y con los que tenía que luchar para que no se le cayeran, parecía una auténtica muñeca. Mmm, ¿le dejaría encerrarla en una vitrina y guardarla bajo llave en su cuarto?

Cuando se dio cuenta de que la mujer le miraba como si sospechara que estaba loco, puso en sus labios su sonrisa prepotente.

-Creo que voy a crear una nueva norma. Cada vez que estés aquí deberás estar desnuda o, en su defecto, vestida con mi ropa.

Valeriya le miró mal. Dios, de verdad ese tío la enervaba.

-¿Qué te hace pensar que voy a volver?

-Je, es lógico. Una vez que se me prueba, se quiere repetir.

-Pues vas listo si crees que va a ser así conmigo.

De mal humor, Valeriya se dirigió a la puerta mientras Ivanov no perdía la sonrisa.

-¿Adónde vas mujer? No tienes ropa muy apropiada que digamos.

-Está perfecta. No necesito más.

-No puedes ponerte tus zapatos con esos pantalones. Estarás descalza.

-¡Me da igual!

Y con un portazo, Valeriya salió de apartamento.

El estridente tono del móvil sobresaltó a Enki, que hasta entonces había estado durmiendo con la cabeza apoyada en la ventanilla y con un hilillo de baba cayendo por la comisura de su boca abierta. Con rapidez buscó el móvil en su bolsillo. Era Lera. Contestón inmediatamente y con voz alterada.

-Dime, Lera. ¿Qué ocurre?

La voz cabreada de su amiga le contestó.

-¡¿Dónde demonios estás estúpido?! Necesito que me recojas.

-Descuida, estoy en la puerta.

-¿Y qué narices haces ahí? ¿Me has seguido?

-Oye, no te enfades. No soy yo el que anoche casi te vuela la cabeza. Deberías haber cenado All Bran, para despertar de mejor humor. –lo que tuvo como respuesta fue el tono que indicaba que habían colgado.

Desde la ventana, Ivanov sonreía mientras veía el coche en el que iba Valeriya desaparecer por la carretera. La noche había resultado mejor de lo esperado. La resaca no formaba parte de su plan original, pero había resultado agradable conocer el auténtico carácter de esa mujer. Quería conocer más sobre ella. Sin duda se volverían a ver. Después de todo, tenía su ropa en la secadora.


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Siento si no es muy divertido, no sabía cómo ponerlo sin que fuera un despropósito.

Lo siento Winry, no supe hacer que salieras sin que quedara muy forzado. T.T

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martes, 17 de agosto de 2010

Capítulo cinco

Autor: León
Advertencias: No acepto críticas respecto a la duración, aún no he acabado el porno ¬¬.
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—Mierda, mierda, mierda. ¿Ahora soy su chofer personal?

Enki pisaba el acelerador como si no hubiera mañana. Maldecía al volante las últimas palabras, o mejor dicho los últimos gritos, que su jefa se dignó a escupirle antes de meterse de lleno en el problema. Malditos Vongola…

—Más despacio, ¿quieres? —Winry se aferraba al cinturón—. No hay prisa. ¡Frena!

—Yo sí tengo prisa—soltó Enki—. ¿Dónde te dejo?

—En casa de Sasha.

—Por mucha gracia que me haga eso, ahora no tengo tiempo de burlarme de ti. Te dejaré en tu casa, y da gracias de que no vas andando.

—Deberías comprarte un libro de chistes o dar clases, no haces gracia.

Enki decidió callar. Pese a lo poco que soportase a Winry en ese plan, prefería eso mil veces a quedarse en casa de su jefa. Naswish secuestrado… Valeriya se iba a poner de mal humor. Un escalofrío le recorrió la espalda.

—Por cierto, ¿Quién es Naswish?

—Eh… —Enki se detuvo un segundo a pensar—. Es… un empleado del bar.

— ¿Y quién lo ha cogido? — preguntó Winry mientras escribía sin parar en su cuaderno.
—Ah… eso…— Se detuvo a tragar saliva— Pues… un restaurante se la lió a Lera, así que mandó a Naswish para… para hacer que Sanidad les cierre el local.

— ¿Y le han pillado?

—Sí.

— ¿Crees que soy tonta?

—Sí—afirmó de nuevo Enki.

Cuando aparcó, Winry se despidió de él propinándole un tortazo.


—Vaya, Lera ¿A qué debo tu llamada?

—¡Cabrón de mierda! —Ivanov alejó el teléfono de sí todo lo que su brazo le permitía, y aún así escuchaba los gritos de Valeriya— ¡Sueltale o lo lamentarás!

— ¿Soltar a quien?

— ¡Déjate de tonterías! Como le pase algo…

—Creo que no estás en condiciones de amenazar a nadie—le cortó Nikolai—. Hablaremos esta noche. Hasta entonces, buenos días.

El golpe que dio Valeriya al colgar el teléfono hizo temer por éste. Se levantó y se dirigió al mueble bar, donde no quedaba nada. Llamó a Dimitri a gritos, pidiendo una buena copa de Vodka. Mientras la bebía, llamaron a la puerta.

—Jefa, ¿es un mal momento? —Dave asomó la cabeza, apenas un segundo.

—Dave, ¿Qué te ha pasado? —Preguntó Alexey cuando el aludido apareció en la sala de vigilancia.

—La jefa está de mal humor—respondió, recogiendo la toalla que le tiraron—. Por cierto, ¿A qué jugáis?

—Póker. ¿Juegas?

—No si quiero comer mañana.

Dave cogió una cerveza y se sentó a mirar la partida, sin comprender cómo eran los demás capaces de desplumarle tan rápido. Alexey ganaba incluso cuando sus cartas eran malas, decidió fijarse en él y aprender.

—Ey, ¿qué pensáis de Winry? —dijo Vanya, subiendo la apuesta.

— ¿La amiga de la jefa? Está buena— Dave escupió al oír la respuesta de Alexey—. ¿Creéis que es cierto lo que dice Enki?

— ¿Lo de que son amantes? Yo apostaría que no—comentó Marik.

—Acepto la apuesta—Alexey sacó su cartera—. ¿La cantidad de siempre?

—Hecho.

Ambos dejaron un par de billetes sobre la mesa antes de regresar a las cartas. Poco después, Enki apareció en la sala con una hoja en la mano.

— ¡Enki! —Vanya fue el primero en hablar—. Llegas justo a tiempo.

— ¿Eh?

—Sí, sí—siguió Alexey—. Tenemos una apuesta en curso y sólo tú puedes terminarla.

— ¿Apuesta? ¿Qué clase de apuesta?

—Verás… —continuó Marik— es sobre la jefa y su amiga. ¿Realmente son amantes?

— ¿Cómo?— Enki no pudo evitar reírse. Sabía que habría alguien que se lo iba a creer (se lo soltaba a cualquiera), pero era la primera vez que alguien apostaba acerca de ello—. Realmente es broma, no suelen pasar de los “preferimos hacerlo entre nosotras” y demás chorradas... aunque hubo una vez que… —Se detuvo a disfrutar del momento, los cuatro le miraban fijamente esperando oír el final— nah, es una tontería.

— ¿Qué tontería?

—Sólo… un beso en el cumpleaños de la jefa, hace ya mucho.

— ¡Yo gano! —Gritó Alexey, agarrando el dinero.

— ¡Ni de coña! ¿Tú sabes cuantas amigas se dan besos? Además—Marik miró a Enki—, ¿cómo fue?

—Un pico—rió él.

— ¿Ves? Dame eso.

Ambos empezaron a gritarse, para después pasar a las manos. Enki, que casi rodaba por el suelo, se detuvo a mirar la hora. Poniéndose serio, se levantó y trató de separarlos.

—Basta—soltó—. Tenemos trabajo esta noche—esperó a que se sentaran para continuar, mirando el papel—. La jefa tiene una reunión con el jefe Vongola en unas horas. Vosotros os dividiréis en dos grupos. Dave, tu irás con Yura y Dimitri en un coche, detrás de la jefa y de mí. Los demás iréis en otro, delante. Teneis… dos horas para prepararos.

Enki salió de la habitación; al cerrar la puerta comenzaron de nuevo los gritos y los golpes. Suspiró y caminó hasta el despacho de Valeriya. La jefa disfrutaba de una copa de vodka sentada frente al escritorio.

—Lera, ¿no es un poco pronto para empezar a beber?

—Sigo de mal humor, Enki—advirtió ella. El brillo de su pistola destacaba sobre la mesa. Demasiado cerca de la jefa.

—Bueno… está todo listo para la reunión. Podemos ir cuando quieras.

—Pues vamos.
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Llamando... llamando... llamando a Lera, ¿donde estas? xD

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jueves, 12 de agosto de 2010

Capítulo cuatro

Laralarala~

Autora: Neissa

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Enki refunfuñaba mientras saludaba con un asentimiento a los guardias de la mansión y entraba. ¿Por qué tenía que haber sido él quien llevara a Winry a su trabajo? Ni que fuera a perderse yendo sola, no tenía cinco años ―o eso ponía en su carnet de identificación―. Pero no, claro, la jefa le había mandado ir y él, cual perrito domesticado, había tenido que obedecer sin rechistar. No entendía por qué siendo el segundo al mando de la organización tenía que hacer trabajos de novatos. Le pediría a Valeriya unas vacaciones, y más le valía, si no quería un golpe de estado, que se las diera.

Con mirada decidida, golpeó repetidamente la puerta del despacho de su jefa y luego asomó la cabeza por el rellano. Valeriya estaba hablando por teléfono. Con un gesto de mano le indicó que pasase y se sentara frente a ella, a lo que Enki respondió con un asentimiento.

―¿Me das acaso otra alternativa, cabrón de mierda? ―decía con voz aterradoramente helada. Hubo una pausa, y añadió ―: No me digas. ¡No juegues conmigo, porque lo lamentarás! El contrabando de armas londinense es nuestro, y la distribución de drogas también. Todo el mundo lo sabe ―Volvió a mantenerse en silencio, con los ojos inyectados en sangre―. ¡Pues eso haré, hijo de puta! Tú dirás dónde ―gritó de improvisto al teléfono, sobresaltando a Enki―. Muy bien, adiós.

De acuerdo, aplazaría un poco más lo de las vacaciones.

―Capullo prepotente y narcisista ―escupió colgando el teléfono con fuerza. Reparó en la presencia de Enki y añadió con voz más calmada―. Enki, ¿hubo algún problema dejando a Winry en el trabajo?

―No, ninguno. Aunque ahora que lo dices, eso de hacer de chofer de Winry… Bueno, pues que me encanta ―se apresuró a completar cuando los ojos de Valeriya se empezaron a volver rojos―. ¿Con quién hablabas?

―¿No puedes deducirlo por la mala hostia que traigo?

―Diría que con el inspector de hacienda, pero no creo que esté en el negocio del contrabando ni en el de las drogas (de momento).

―Era Nikolai Ivanov ―siguió ella ignorando la broma con el ceño fruncido―, ese imbécil que se cree que por ser en la antigua patria todo un negociante con las armas puede venir aquí y apropiarse de lo que es mío. ¡Pues no! ―exclamó golpeando con el puño la mesa― ¡No pienso permitirlo! Su estúpida familia Vongola (¿por qué demonios se llama así?) no durará mucho en mi ciudad.

―¿Qué hacemos ahora? ―preguntó Enki tranquilamente.

La mujer hizo un ademán furioso hacia el teléfono.

―Ese idiota me ha desafiado, y yo responderé con todo lo que tengo. He quedado para ir al último piso del Hotel The Garden y ajustar cuentas el viernes a medianoche.

―Ya… no es que me importe mucho, ¿pero el viernes no habíamos quedado con Winry para irnos de copas? Nos iba a presentar a esa amiga suya.

Valeriya lo miró como si de repente hubiera empezado a hablar en un idioma que no comprendía y enterró las manos en su cabello rubio.

―Mierda, lo había olvidado.

―No te preocupes, Lera, ya sé que hacer ―la tranquilizó―. Yo acompañaré a Winry y le dirá que luego te reunirás con nosotros, que te ha surgido un problema en el bar.

―De eso nada ―dijo sorprendiendo al hombre―. Tú eres mi segundo al mando. Te vienes conmigo. No podría confiar en otro para esto.

―Jefa ―pronunció con el corazón ablandado. Y él que había pensado mal de ella a sus espaldas… ya le valía―. De acuerdo, lo haré ―aseguró con voz alegre―. Es más, prometo no dar un golpe de estado.

―¿Cómo? ―inquirió perpleja ante la mirada ensoñada que le lanzaba. Enki tenía que presentarle a su camello. Se aclaró la garganta― Bueno, retírate. Tengo mucho trabajo y pocas ganas de ver a nadie. Dile a Yura que no deje pasar a nadie hoy.

―Muy bien.

Salió del despacho y le comentó al guardia apostado en la puerta la orden de la jefa. Luego decidió ir a la sala de juegos a ver qué se cocía.

―Escalera de color, compañero ―exclamó triunfante ante la expresión desolada de Dave.

El hombre contempló anonadado las cartas de la mesa y maldijo por lo bajo todos los muertos de Enki mientras le pasaba cien libras. Éste las cogió con una risita.

―¿Te he dicho ya lo mucho que me complace que me escogieras a mí como compañero de póker para entrenarte? ―preguntó alegremente con Dave fulminándolo con la mirada― Pero como vayas con esas, te dejará hasta sin la camisa (y no del modo que te gustaría, capullo).

―Somos amigos, Enki, ¿cómo puedes dejarme sin blanca de esta manera? ―se quejó revisando su cartera.

―Hey, no me vengas con historias: lo del póker fue idea tuya. Yo sólo juego, no tengo la culpa de que seas pésimo en esto. Sueltas una risita cómplice cuando tus cartas son buenas y pones cara de cordero degollado cuando tu mano es mala. Que no es tan complicado, tío. Hasta Winry sabe ocultar mejor las emociones.

―Ya, ya ―repuso malhumorado mientras volvía a barajar las cartas.

―Y eso, que Enki se tragó la mosca. Fue asqueroso ―oyeron una voz femenina por el pasillo en el que se encontraba la sala de juegos.

―¿Winry? ―inquirió con incredulidad el aludido.

―¿Quién cojones la ha dejado pasar? ―gruñó Dave a su vez.

La chica pasó por la puerta de la sala sin mirar a su interior, siguiendo hacia el despacho de Valeriya. Iba del brazo de Dimitri.

―¿Le hiciste tragar una mosca? ―preguntó divertido― Eres cruel, querida Winry.

―¡No lo soy! ―protestó con tono infantil. Luego murmuró por lo bajo― Fue culpa de él, señor Dimitri, por perder mi tamagotchi preferido…

―Tama… ¿qué?

―Dios, ¿todavía sigues con eso? Dijiste que si te pagaba el cine, me perdonarías ―dijo Enki exasperado a sus espaldas. Dave le seguía de cerca.

―Mierda, Dima, ¿por qué coño la has dejado pasar? ―le espetó al divertido guardia.

―¿Por qué no? Nunca se me habría ocurrido echar a una señorita tan encantadora.

Enki, Dave y Winry se le quedaron mirando pasmados. La mujer fue la primera en recuperarse de la sorpresa.

―¿Has oído, Enki? Encantadora señorita ―paladeó con voz cantarina―. Ya puedes tomar nota. En cuanto a ti ―dijo dirigiendo una mirada fulminante a Dave, quien no se quedaba atrás―, ¿quién te ha dado vela en este entierro? Idiota ―le insultó sacándole infantilmente la lengua.

Dimitri se llevó rápidamente a Dave, que tenía los ojos inyectados en sangre y parecía dispuesto a estrangular a la "encantadora señorita" ―a Winry todavía le hacía gracia, tristemente―. Se quedó con Enki en el pasillo, quien la miraba interrogante.

―Winry, ¿qué haces aquí?

―Ya he salido del trabajo ―contestó alegre.

―Eso no responde a la pregunta. ¿Qué-haces-aquí?

―Bueno, tengo que aprovechar el tener una mejor amiga rica. Voy donde Lera para decirle que si vamos juntas al jacuzzi.

―¿Hay un jacuzzi?

―¿Cómo quieres que lo sepa? ―preguntó como si estuviera loco. Enki decidió no comentar nada, por si acababa a balazos con ella (y la anterior experiencia no había sido muy buena). Eso sí, no podía ver a Valeriya con el mal humor que se traía: le mataba.

―Por cierto…

―¿Umm? ―soltó distraído. Podía decir que estaba enferma, pero la loca de Winry era capaz de preocuparse y ponerse un disfraz de enfermera para cuidar a la pobrecita de Lera. No, era una mala idea. También podía decir que la había abducido un ovni, pero también era capaz de llamar emocionada a la prensa (dado que era periodista, sólo tenía que buscar en la agenda de su móvil). Ideas, ideas….

―¿Por qué eres amigo de alguien tan tonto como Dave? ―preguntó con ojos entrecerrados, como si la pregunta fuera de suma importancia.

Enki se empezó a reír a carcajadas.

―¿Qué tiene tanta gracia? ―dijo mirándolo sorprendida.

―Pues que él dijo exactamente lo mismo cuando empezamos a jugar al póker refiriéndose a ti ―explicó entre risitas.

―¿Me llamó tonta? ―inquirió muy ofendida.

―No, vale, no lo dijo así exactamente. En realidad, cambió "tonta" por "perra".

―¡¿Qué dijo qué? ―chilló, provocando que Enki hiciera una mueca de dolor. Luego se tranquilizó y miró a Enki con una sonrisa, esperando que hubiese reparado aquella horrible mancha en su honor― ¿Y tú que le dijiste?

―Ah, que no pasaba nada. Que te portabas bien si te sacábamos a pasear a los bares, te acompañaba Lera al baño de tanto en tanto y te dábamos dos raciones de chocolate al día, y que no ladrabas entonces.

Valeriya asomó la cabeza con cara de "¿A quién se está matando y por qué no me han notificado?" fuera de su despacho, fastidiada por el ruido. Miró con sorpresa a la mujer que pegaba collejas a su segundo al mano al grito de "¡Idiota, idiota, idiota!". Enki se moría de la risa, a pesar de todo.

―Winry, ¿qué haces aquí?

La chica giró la cabeza y esbozó una gran sonrisa a su mejor amiga ―sin dejar de azuzar al hombre en ningún momento, claro―.

―¡Qué guapa, Lera! ―exclamó asombrada por su elegante ropa― Pasaba a saludar, ¿vamos a tu jacuzzi juntas?

―¿Tengo un jacuzzi? ―preguntó perpleja.

Yura y Enki se encogieron de hombros.

―¿Y cómo quieres que yo lo sepa? ―inquirió Winry con exasperación.

Valeriya suspiró y se hizo a un lado en la puerta.

―¿Quieres pasar?

―¡Claro! Tráeme un café, fanático de men in black ―pidió a Yura, que se mostró ofendido.

―No soy un mayordomo, señorita.

―Entonces, ¿qué eres? ―preguntó confundida.

Valeriya se apresuró a responder:

―Es el cuidador de mi mascota.

―¿Tienes una mascota? ―Winry se emocionó. Le encantaban los animales. Luego entrecerró los ojos ―Espera un momento, a ti no te gustan los animales. ¿No será "cuidador de mascotas" el nombre en clave de "amante"?

Yura y Valeriya se la quedaron mirando alucinados.

―¡Por supuesto que no lo es! De verdad tengo una mascota.

―¿Sí? Pues que pena ―suspiró echando un vistazo apreciativo a Yura, que empezaba a comprender cómo se sentía Sasha ― ¿Entonces es verdad que tienes un perro, un gato o lo que sea?

―Esto… sí. Se llama Rohan.

―¿Puedo verla?

Enki empezó a asentir con enfásis, emocionado a su vez ―pero no por la misma razón, evidentemente―.

―Otro día tal vez ―prometió Valeriya con una sonrisa― Yura, trae un café. En el mini-bar no tengo.

―Por supuesto.

Winry observó al hombre alejarse a gran velocidad.

―Podría haberlo hecho cuando yo se lo pedí ―comentó refunfuñando.

Enki se sentó en uno de los sillones y empezó a jugar con una pulsera de plata. Distraídamente, preguntó:

―¿Qué tal va lo tuyo con Sasha?, ¿se ha rendido ya a tus encantos? ―preguntó con desdén.

Rin, ajena al sarcasmo, se derrumbó en el otro sillón, frente a la mesa de Lera.

―De Sasha quería yo hablaros ―dijo mientras la mujer se sentaba en su sitio y apartaba todos sus papeles de la vista―. Está rarísimo. Cuando me he acercado a saludarle, me ha apuntado con un espray de pimienta y me ha dicho que si quería conservar mis ojos, que no diera un paso más. ¿Tu primo está bien?―preguntó a Valeriya preocupada.

―Oh, ¿no recuerdas nada de anoche? ―inquirió ella con cautela.

―Ni me hables de anoche. Tengo una resaca de aúpa. Sospecho que el barman quería emborracharme.

Valeriya recordó lo sucedido la noche anterior: Winry había amenazado al pobre hombre con publicar una mala crítica a su bar en la prensa si no le seguía sirviendo alcohol. Iba por el… ¿noveno malibú? Ya ni los contaba.

―Por supuesto, tesoro, es culpa del barman ―asintió ella como si tratara a un niño―. Y creo que deberías olvidar lo de Sasha: pronto va a casarse con su novia.

La cara de Winry era un poema.

―¿Qué? ¡Estarás de broma! Sasha y yo somos almas gemelas ―explicó haciendo pucheros―. Hasta había escogido el nombre de nuestros futuros hijos…

―Para eso tendrías que acabar lo que empezaste anoche, y con el spray de pimienta dudo que puedas acercártele―comentó Enki con una risita.

―Por cierto, ¿tú sabías que Sasha se había preparado contra Winry? ―susurró Valeriya a Enki.

―Vamos, Lera, ¿de dónde te crees que ha sacado el arma contra violadoras?

Winry ignoró las pullas del hombre: había encontrado algo que llamo su atención. Antes de que pudiera frenarla Valeriya, cogió un pequeño librito de encima de la mesa y le echó una ojeada.

―¡Guau, qué organizada te has vuelto, tía! No como en el colegio, que te tenía que decir cinco veces qué tocaba cada hora ―rió mientras pasaba las hojas―. Martes, alimentar a Rohan (¿qué come tu mascota?). Miércoles, cazar las ratas (¡¿ratas?, espero que hables de las de tu bar!). Jueves, sacar la basura (ay, Lera, mira que tener que apuntar esto…). Viernes, cita con Nikolai Ivanov (¿no salíamos juntos el viernes?). ―Se quedó pensativa, y luego soltó una exclamación― Espera, ¿CITA? ¡Dios, Lera, ya no me cuentas nada! Tienes churri y ni me informas.

―¿Chu… rri? ―balbuceó mientras Enki volvía a reírse a carcajadas.

―¿Está bueno?, ¿tiene un hermano? ¡Si lo consigo, seremos como hermanas! ¿Tiene pasta?, ¿qué clase de coche conduce? ¿verdaderamente es ruso? ¿Está bueno? ―se lanzó apuntándola con un lápiz como si de un micrófono se tratara.

―No es una cita, cita ―aseguró cortante―. Va Enki también.

―¿Oh?, ¿de aguanta-velas? ¿ O lleva alguna amiga para Enki tu Nikolai?

Todo rastro de humor se borró de la cara del hombre al pensar en la segunda de Ivanov. Rachel Richards. Una cincuentona de humor parecido al de Valeriya con una cicatriz surcándole el poco agraciado rostro y unas varias decenas de kilos de más.

―Te has puesto verde, Enki ―apuntó Winry.

Valeriya iba a añadir algo cuando Dave entró intempestivamente en el despacho.

―¡Jefa!

―¿Nadie te ha enseñado a llamar? ―dijo frunciendo el ceño― Y ya te he dicho que no me llames jefa.

Dave miró en dirección a Winry e hizo una mueca de desdén.

―Como sea, tengo noticias ―explicó con ansiedad, ignorando a Winry, continuó―. Los Vongola han cogido a Naswish en el puerto. Quieren asegurarse de tu presencia en la cita. No sabemos dónde lo han metido.

―¿Cogido?, ¿cómo es eso?

―Enki, vete a llevar a dar una vuelta a Winry e invítale a una cerveza sin alcohol.

―Ah, sí, a propósito, ¿cuándo me vas a dar unas puñeteras vacaciones?
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Ahora le toca a Leoncín~
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miércoles, 11 de agosto de 2010

Capítulo tres

Autora: Valeriya
Bueno, espero no haberla cagado.

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-¿Esos meapilas? No me preocupan. Los echaré de mi territorio tan rápido que no sabrán si les han pateado o aspirado. –Valeriya afiló la mirada mientras observaba con una sonrisa sádica cómo su gatito devoraba los últimos restos de ese soplón.

En ese momento, el telefonillo empezó a sonar. Enki, con expresión aburrida contestó.

Valeriya observó con interés la sonrisa bobalicona que se le había quedado a Enki.

-Esto, Lera. Es Dimitri, dice que le ha llamado Sasha pidiendo ayuda. Al parecer Winry está intentando violarlo.

Un silencio pesado se formó en la sala antes de que Valeriya saliera corriendo en rescate de su mejor piloto.

La escena que se encontraron Valeriya y Enki al llegar a la habitación los dejó con la boca abierta. Sasha estaba despeinado, sin camisa y con los pantalones desabrochados, subido a la cómoda mientras intentada alejar a Winry con una silla.

Sin más, Enki empezó a desternillarse de risa.

Valeriya intentó sujetarla, pero Winri no dejaba de forcejear.

-¡Sasha, hazme un hijo! ¡Ahora!

-¡Winry, por favor! ¿No ves que estás un pelín borracha? ¿No te da pena que Sasha te haga un hijo y que tú no puedas recordarlo?

Con eso, Winry dejó de luchar y se quedó pensativa. De pronto se giró hacia Valeriya y la abrazó con fuerza.

-¡Lera, eres taaan buena! Eres mi mejor amiga, ¡te quiero!

Sujetándose el estómago, Enki decidió intervenir y picar un poco a la chica.

-Pero déjala, Lera. A Sasha no le dolerá y yo lo podré grabar todo y colgarlo en youtube.

Valeriya, molesta, se giró para reprender a Enki, pero se vio interrumpida.

-¡Enki, eres tonto! ¡Idiota! –Winry soltó a Valeriya y se lanzó a por Enki, soltándole un montón de golpes uno detrás de otro mientras no dejaba de gritar. –Tonto, tonto, tonto!

Enki trataba de sujetarla, pero Winry se las arreglaba para soltarse y volver a pegarle.

Hasta que se derrumbó encima de Enki.

-Valeriya, ¿pero qué mierda bebió en el bar?

-Cállate Enki. Solo acuéstala, déjala descansar.

-Esto… -Valeriya y Enki miraron a un abandonado Sasha que no se atrevía a bajar de la cómoda y miraba todo con cara de echarse a llorar en cualquier momento.

-Sasha, vístete y vete a casa. Tómate el día mañana.

-Gracias, jefa. –rápidamente, Sasha recogió su ropa y salió corriendo intentando vestirse por el camino.

-Pobre Sasha. –Enki se compadeció en sus adentros por el pobre hombre. Una vez que a Winry se le cruzaba algo –o alguien –en la cabeza, no había quien pudiera pararla.

Tras acostar a Winry en su cama, Enki cerró la puerta para dirigirse a Valeriya, que lo esperaba en el pasillo.

-Bueno, creo que alguien tendrá mañana una resaca de campeonato.

-Ah, estoy cansada. Voy al despacho. Enki, te dejo el resto.

-Pero que morro. –Enki pensó cansado con lo que tendría que lidiar. Ahora la baga de su jefa se largaba a beber vodka mientras él tendría que ir con un montón de mafiosos armados y borrachos. Que fiestón.

Al entrar en su despacho, Valeriya se encontró a Dave de pie frente al escritorio.

-¿Qué haces aquí, Dave?

Dave se giró con lentitud para encarar a la dueña del despacho en el que llevaba la última media hora.

-Jefa, estaba esperándola. Sabía que acabaría viniendo, siempre le ha encantado este despacho. La verdad es que la fiesta era bastante aburrida, asique pensé que usted y yo podríamos pasar el tiempo de otra forma más divertida.

-Explícate. –Valeriya estaba intrigada. ¿Qué querría Dave? Que se hubiera atrevido a entrar en su despacho sin permiso y a hablarle así había despertado su curiosidad.

El mafioso se acercó a Valeriya lentamente con una mirada seductora y una sonrisa coqueta.

-Ya sabes, podemos jugar como lo hacíamos antes, en los viejos tiempos. ¿Recuerdas? Sobre ese escritorio.

Entonces Valeriya entendió y sonrió siniestramente.

-Te entiendo perfectamente. ¿Por qué no?

Y ambos se dirigieron al escritorio.

A la mañana siguiente Winry despertó en una cama extraña, en una habitación muy lujosa que definitivamente no era la suya y con un dolor de cabeza monumental.

-¿Pero qué? ¿Dónde estoy?

Con paso cauteloso abrió la enorme puerta y se asomó lo suficiente para sacar la cabeza.

Un hombre enorme y vestido con un traje negro estaba parado al lado de su puerta. Giró la cabeza cuando un movimiento llamó su atención y vio a Winry, que lo miraba con ojitos de cordero degollado.

-Hola, ¿dónde estoy?

-En la residencia de Valeriya Petrov.

-Oh, en la casa de Lera.

-Sí.

Se formó un silencio pesado e incómodo hasta que una voz interrumpió.

-¡Winry, ¿qué tal la cabeza?!

La chica miró enfadada a Enki.

-¡No grites, idiota! –acto seguido, Winry se sujetó la cabeza con gesto de dolor.

-Eso te pasa por beber demasiado, borracha. ¿Hu? –Enki miró con curiosidad al agente que estaba al lado de Winry. No recordaba haber mandado a nadie a esa zona de la mansión. –Yura, ¿qué haces aquí?

-La jefa me dio la orden de cuidar la zona.

-¿Orden?

“Mierda” Enki pensó en lo descuidada que había sido Valeriya. ¿Cómo se le ocurría colocar un guardaespaldas en la habitación de Winry? Vale que quisiera cuidarla, ¿pero quién en su sano juicio se acercaría a la zona de las habitaciones en casa de esa loca mujer? Y ya ni digamos tener la osadía de colarse.

-No la hagas caso, Yura es un… ¡fanático de “men in black”!

Winry se quedó mirando a Enki con expresión sospechosa.

-¡Ya veo! –entonces se dirigió aYura con una sonrisa. –No te preocupes, la gente acabará entendiéndote.

Enki suspiró aliviado. Daba gracias a todas las deidades –si es que de verdad existía alguna –por que Winry fuera tan ingenua. Pero había que sacarla de ahí. Con urgencia.

-Oye, ¿tú no tienes que trabajar? Deberías irte antes de que te despidan, ¿le diste al aparcacoches las llaves de tu escoba?

Winry y Yura se le quedaron mirando con cara de pena.

-No eres gracioso, Enki. Déjalo. Quiero despedirme de Lera antes de irme, ¿dónde está?

-Pues, es tarde como para que esté durmiendo. Pero aunque lo estuviera no creo que lo haga en su habitación. Cuando va a su despacho por la noche normalmente se queda ahí.

Winry, alarmada, miró a Enki como si hubiese olvidado la fecha de su cumpleaños.

-¡¿No estarás hablando en serio?! ¿Cómo se te ocurre dejarla hacer eso? ¿Sabes lo incómodo que es dormir en un despacho? ¡Le podría traer problemas de espalda a largo plazo! –y sin más, salió corriendo hacia el despacho en el que estuvo el día anterior con los otros dos siguiéndola.

-¡Espera Winry, no puedes entrar ahí sin más! –¡Valeriya iba a matarlo! Solo faltaba que estuviera atendiendo asuntos importantes y que Winry entrara gritando como una loca. ¡Le echaría la culpa a él y le mataría! No lo podía creer, le iban a disparar con el arma de la jefa ¡otra vez!

Vio a Winry parada frente a la puerta con la boca abierta y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Estaba en lo cierto. La había cagado.

Llegó corriendo con todas sus fuerzas y sin aliento con Yura detrás para conseguir salvar algo de su pellejo y alcanzar a Winry. Cuando dirigió la mirada al interior de la estancia vio algo que le dejó aturdido.

-Póker de ases, ¡te vuelvo a ganar!

Valeriya estaba sentada en su butaca y Dave en una silla frente al escritorio, tenían cartas frente a ellos y un montón de billetes y joyas –¿Eso era un rolex? –que Valeriya rodeaba con los brazos y atraía hacia su cuerpo con una sonrisa satisfecha en la cara. Un aura depresiva rodeaba el cuerpo de Dave.

-Eres malísimo al póker.

Entonces Valeriya levantó la vista de su trofeo y reparó en las tres estatuas que estaban en la puerta viéndolos con los ojos abiertos de par en par. Extrañada, preguntó:

-¿A vosotros qué os pasa?

-Lera, ¿has ganado TODO eso jugando al póker? –preguntó Winry emocionada. -¡Que pasada! –Winry se puso a inspeccionar el montón de billetes mientras Enki bajaba la cabeza repentinamente relajado. Viviría un día más.

-Winry, ¿qué haces aquí? Creí que ya te habrías ido.

-¿Sin despedirme de ti?

-Pero Winry, podrían despedirte.

-Bah, tú tranquila.

-Aun así deberías irte. –Valerriya miró a Yura, que seguía parado frente a la puerta sin saber del todo cómo reaccionar. –Yura, lleva a Winry. –le dijo mientras la empujaba discretamente hacia la puerta.

-Sí jefa.

-¡Oye espera! Lera, no creas que te has librado. ¡Tenemos una larga charla pendiente! –gritaba Winry mientras el friki la arrastraba por el pasillo.

Enki se volvió a Valeriya con una sonrisa juguetona.

-A alguien la van a someter al tercer grado.

-Ni creas que voy a ser la única. –Valeriya miró a Dave con el rabillo del ojo. –Dave, vuelve a tu puesto.

Con desgana pero sin protestar, Dave se levantó de la silla y salió de la habitación arrastrando los pies mientras Enki no le quitaba la vista de encima. Ese chico no aprendía.

-Enki, -Valeriya se volvió a sentar en la butaca con actitud seria. –dime exactamente la situación con los Vongola.

Enki afiló la mirada y habló con la seriedad que requería el asunto.

-Bien. Al parecer están llevando sus negocios a nuestro territorio deliberadamente. Han empezado a distribuir droga por nuestra zona.

-Entiendo. Quiero que contactes con los principales distribuidores y les saques toda la mierda que puedas, si han oído de nuevos vendedores, nueva mercancía, dónde lo venden, todo lo que sepan. Vamos a averiguar quiénes son las ratas y a liquidarlas. Después, quiero que me contactes con el jefe. Le dejaremos las cosas claras.

Enki sonrió se forma siniestra previendo la cantidad de sangre que iba a correr. Si algo se caracterizaba Valeriya, era por ser una auténtica zorra psicópata. Y cuando se mosqueaba con alguien, ese pobre diablo ya podía huir del país.

-Entendido, jefa.

Valeriya sonrió. O sí. Se iba a divertir.

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martes, 10 de agosto de 2010

Capítulo dos

Ea, la versión 2.0 del capítulo. A ver que parece...

Autor: Leon

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Winry no entendía que pasaba. La habían sacado a rastras de la habitación como si de una muñeca se tratase. La puerta se cerró tras de Valeriya.

—Enki es un buen actor, ¿verdad?—dijo ella.

—¿Qué ocurre?—Preguntó Winry.

—Tranquila, no pasa nada—respondió Lera—. Vamos a buscar a Sasha.

La jefa echó a andar, dando por terminada la conversación. Winry, complacida, la siguió, dando por hecho que la pistola no era más que atrezo para este juego que tenían. Cuando las damas desaparecieron, Dimitri y Dave se lanzaron a por Enki.

—La mato… —escupía éste, apretando la herida de su hombro— Juro que… un día… la mato. Y Lera tenía que esperar a que se fuera...

Entre los dos cogieron al herido con cuidado y lo llevaron hasta la silla de la jefa. Allí, Dave tomó el teléfono y marcó el número de una línea interna.

—Hola, ¿Andrey? —Preguntó al aparato—. Si… herida de bala. En el despacho de la jefa.

—Dile que se dé prisa o amanece con los peces—saltó Enki.

Dave colgó el teléfono y fue en busca de toallas. Dimitri, mientras tanto, trataba de apartar la ropa de la zona herida de la mano derecha de su jefa. La bala se había detenido al impactar contra el hueso, era visible. Había tenido mucha suerte, a esa distancia el disparo debería haber sido letal. Se libraría con unas vendas y algo de sutura.

Un hombre vestido con un traje negro, igual al de Dave, Dimitri y Sasha, entró portando un maletín, que abrió al situarse frente al herido. Examinó la herida y, sin mediar palabra, extrajo unas pinzas y se lanzó al ataque.

—¡Mierda, Andrey! —gritó Enki, haciendo lo imposible por no retorcerse de dolor— ¿Y la anestesia?

—Eres el tio más quejica que he visto nunca. Si no es para tanto—comentó el doctor, como si nada.

—¿Nada? Debería meterte una bala en el hombro a ti, a ver cómo te sienta—dijo Enki. El matasanos asintió y, una vez terminado, se fue tan rápido como había venido—. Desde luego… si no fuera porque tipos como él son difíciles de encontrar… Dimitri, reúne a los chicos en el salón principal.



El móvil de Valeriya vibraba sin cesar, mientras su dueña mantenía una animada conversación. Había conseguido sacar a Winry con la primera excusa que se le ocurrió, arrastrándola hasta un bar cercano. Allí, pronto se les acercaron dos hombres con ganas de fiesta. El teléfono se paró cuando Valeriya lo cogió.

—¿Qué ocurre?

—¿Dónde estáis?—preguntó Enki al otro lado de la línea.

—En el bar, estaremos un rato más aquí si no te importa— respondió su jefa con ese tono que empleaba para dar órdenes.

—Sin problema. Comenzaré con la purga.

Valeriya posó el teléfono al oír el pitido que indicaba el final de la llamada. En su rostro se dibujó una media sonrisa. Uno de los chicos se había ido, el otro se acercaba lentamente a la boca de Winry… quien alzó el pié y le clavó la punta de sus zapatos de tacón en la espinilla.

—Antes cómprate una cara decente—soltó ésta entre las risas de su amiga.



Enki entró en el salón principal con el brazo en cabestrillo, seguido por Dave. De inmediato, se hizo el silencio. Una veintena de hombres les miraban.

— ¿Se ha muerto alguien? — Preguntó Enki— Porque esto parece un entierro.

Nadie hizo comentario alguno, las bromas de la mano derecha de su jefa rara vez resultaban graciosas.

—Al menos podríais fingir, se supone que soy vuestro superior—murmuró para sí. Luego alzó la voz, dirigiéndose a toda la sala—. Bueno. Valeriya llegará de un momento a otro, con instrucciones respecto al tema de los Vongola y su reciente incursión en nuestras rutas de comercio. Hasta que aparezca, ya sabéis donde están los vasos y las botellas.

Ahora sí que respondieron. Al grito de “gracias”, los hombres del Gato Negro se lanzaron hacia la barra.

—Oye, tío…— Enki se giró y se encontró con Dave— sobre lo de la jefa…

—Te lo he dicho ya varias veces—le respondió—. ¿Recuerdas el cadáver que enterramos el lunes? Si lo comparamos con esto, tú estás aún más abajo. Y ahora, al trabajo.

Se separaron, dirigiéndose hacia los diferentes grupos que se habían formado. Enki esperaba que el ambiente y el alcohol hicieran que las defensas del chivato se relajasen. Su copa de whisky escocés nunca estaba vacía, a pesar de los grandes tragos que echaba. Se acercó a la barra, donde el novato había montado el campamento.

—Sergey, ¿Qué haces aquí sin moverte?

—Me siento cómodo aquí, no sé si me entiende—él no apartaba la mirada del fondo del vaso, casi vacío—. Además, me gusta preparar combinados. ¿Quiere que le prepare uno?

Enki vació la copa y se la tendió. Sergey mezcló whisky con vermut, añadiéndole algo que su jefe no pudo ver. El vaso ahora desprendía un olor reconocible.

—Un Manhattan soberbio—dijo Enki tras probarlo.

—Gracias, señor.

— ¿Tan mayor parezco? —Continuó— Haz el favor de tutearme… tampoco soy tan viejo, solo tengo veintitrés años.

—Está bien… —respondió Sergey, algo cortado— Me alegra que te gustase, Mijaíl.

—No me gusta ese nombre. Llámame Enki, como hacen todos.

Entonces, la puerta del salón se abrió. A través de ésta entraron Valeriya y Winry, la última tambaleándose levemente.

— ¿Estabais bebiendo sin mi?—gritó al ver la escena.

—Winry, cielo, deberías irte a dormir. Te prepararé una habitación, hoy duermes aquí—la jefa hizo un par de señas. Dos hombres se acercaron, esperando instrucciones—. Vamos.

—Lera, ¿podemos hablar un segundo? Es algo importante acerca del bar—preguntó Enki. Valeriya fue a negarse cuando se fijó en su mirada.

—Sasha, acompaña a Winry a una habitación—ordenó. Precedió a Enki a una sala contigua entre los gritos de euforia de la amiga de ambos. Antes de cerrar la puerta, el chico llamó a Sergey para que les acompañara— ¿Y bien?

—Bueno, aquí mi amigo el coctelero se ha ofrecido voluntario para alimentar a Rohan.

— ¿Ah, sí?—Valeriya examinó al novato, quien no parecía entender—. Pobrecito, solo lleva dos meses aquí.

—Y en dos meses ya sabe mi nombre, acaba de llamarme Mijaíl.

—Entonces será un excelente alimento para mi gatito.

Valeriya extrajo su arma y lo apuntó a la cabeza. Señaló a la puerta tras de sí, que daba a la calle. Sergey entendió la indirecta y echó a andar, seguido de su exjefa y Enki. Salieron a una terraza, desde la cual se veía el recinto cerrado que quedaba justamente debajo, a unos tres metros. Allí, Enki lo empujó abajo.

Sergey trató de ponerse en pié, descubriendo así que tenía varios huesos rotos. Buscó un agujero, una puerta o una forma de escapar, pero era imposible. Estaba encerrado allí dentro. A su alrededor iban llegando los miembros de la organización, quienes trataban de buscar el mejor sitio para ver el espectáculo.

Pronto hizo su aparición el actor principal. El “gatito” de Valeriya, un enorme tigre blanco, se lanzó a por su víctima, hambriento. Sergey no dejaba de gritar.

—Me habría encantado pegarle un tiro entre ceja y ceja, jefa—comentó Enki.

—No me negarás que esto es más divertido, ¿verdad?— respondió ésta.

Él se limitó a reírse, observando la escena. Pronto el alimento dejó de gritar y perdió la gracia. Los hombres entraron a la mansión. Enki se acercó al mueble bar privado de su jefa y extrajo la mejor botella de vodka de él. Tendiéndole una copa llena, le preguntó:

—Bueno, Lera, ¿qué hacemos con los Vongola?

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Le toca a Lera
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sábado, 7 de agosto de 2010

Capítulo uno

Autora: Neissa.
Género: Humor.
Advertencias: Cualquier parecido con la realidad es puramente intencional~

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La noche estaba en calma, la luna llena brillaba en todo su esplendor. Valeriya suspiró. Se imaginaba una perfecta velada en su amplio salón con un buen vaso de vodka y una compañía agradable. Pero no, se recordó con seriedad, tenía trabajo. Unos imbéciles se habían creído que podían pasarse de listos con la organización y ella se había visto en la "desagradable" situación de mostrarles cómo se las gastaban sus chicos. Maldito papeleo. ¡Mira que tener que hacer que eso cada vez que se cargaban a alguien! Qué horror, así casi le daban ganas de ser buena y compasiva ―casi, ¿qué os creías? ―.

Unos golpes en la puerta llamaron su atención y dejó los documentos a un lado. Se acomodó correctamente el pelo rubio y miró hacia la entrada con una mirada de calculada amenaza.

―Pasa ―ordenó con autoridad. Había que mantener una imagen ante el personal, no se fueran a creer que podían hacer lo que quisieran.

Un hombre moreno entró con mirada irónica. No le molestó: siempre era así. Pero sus ojos refulgían con seriedad. Endureció la mirada. Había problemas.

―Lera, tengo dos malas noticias ―comenzó mirando a la mujer fijamente. No le gustaría lo que iba a decirle.

―Sí, sí ―dijo apremiante con un gesto―, deja de vacilar y dime qué coño pasa. Estoy ocupada, ¿sabes, Enki?

―Alguien ha estado… bueno, no te gustará esto pero… ―Tragó saliva ante la mirada asesina que le dirigió― Bueno, el caso es que nuestros espías nos han notificado que alguien ha estado pasando información de la organización. Hemos conseguido frenar a la poli, pero no sabemos quién está detrás de esto.

Valeriya se levantó bruscamente detrás del despacho. Unos papeles cayeron al suelo, pero no les prestaron atención.

―¿Qué no sabéis quién está detrás del chivatazo? O sea, la organización se va a la mierda y vosotros, malditos incompetentes, no os molestáis en mojaros el culo para descubrirlo. Mira, Enki, hay veces que…

―Oye, oye ―protestó el hombre―, no te molestes tanto, Lera. Tengo todo planeado, he reunido a todos nuestros agentes en tu casa (gracias a Dios que la has remodelado y ampliado). Al final de la noche te entregaré la cabeza del traidor.

La mujer se tranquilizó y se volvió a sentar. Se repitió mentalmente que no estaba todo perdido, que ella siempre lo arreglaba todo y que por eso su organización había llegado tan lejos.

―Me alegra ver que te lo tomas con la seriedad pertinente, Enki. ―Su mirada reflejaba sorpresa ante ese actitud.― Bien, pillaremos a ese cabrón y le daremos lo suyo. ¿Qué es lo otro que me querías decir? Espero que no sea demasiado importante con los problemas que nos traemos entre manos.

Enki parecía genuinamente avergonzado. Valeriya le miró con interés, pero anticipando algo nefasto.

―Bueno, esto ya es directamente culpa mía pero… Winry… Esto…

La mujer se mostró sorprendida y su rostro adquirió un cariz de preocupación.

―¿Winry? ¿Qué le ha pasado? No me digas que la han relacionado con nosotros y la tienen secuestrada―dijo alarmada.

―¡No, no, no es nada de eso! ―se apresuró a aclarar― Tú sabes que Winry no sabe nada de esto, de la organización.

―Sí, vive en su mundo de felicidad, ¿y qué? ―comentó malhumorada, preguntándose a dónde llevaría toda esa tontería.

Enki tomó aire y se lanzó:

―Estaba harto de que no nos tomara en serio cuando hablábamos las cosas del trabajo, de que se riera de mí. Decidí convencerla de que todo esto es verdad, que soy una persona importante y que debe respetarme si aprecia su vida.

El hombre levantó la mirada ante su jefa y palideció. Estaba roja de furia, su mirada podría haberle fulminado mejor que un rayo.

―¿Qué has hecho, Enki? ―preguntó con suavidad engañosa.

Antes de responder, retrocedió hasta la puerta. Pura precaución, se dijo.

―Le he dicho a Winry que se venga a la mansión. No me mires de esa forma: sólo le he dicho que tenía algo que comentarle.

Valeriya sintió que su sangre volvía a correr y cómo su corazón recuperaba su habitual ritmo.

―Bien, ¡no me des estos sustos, joder! Si Winry supiera todo esto… ―Se estremeció ante la idea. Sacudió la cabeza apartando esa idea y le miró con renovada curiosidad.― Pero dime, ¿cómo conseguiste que vinieras? Si tú le dices que se vaya a Mexico, Winry es capaz de irse a la China.

―Le dije que le iba a hacer un regalo ―explicó encogiéndose de hombros.

―Oh, vale, eso lo explica todo ―asintió. Con serenidad, preguntó―: ¿Va a venir pronto? ¿Esta semana? ¿Cuánto tiempo nos queda?

Enki bajó la mirada y la mujer lo miró desconfiada.

―La verdad.

―La verdad… ya debería estar aquí.

Un grito resonó por toda la mansión, sobresaltando a los guardias. Uno apostado en la entrada sacudió la cabeza preguntándose qué habría hecho esta vez Enki para fastidiar a la jefa y volvió la mirada a la joven que estaba parada ante él. Era rubia, y tenía corto y ajustado vestido rojo. Pegaba menos allí que un mono en palco de un concierto de ópera. No podía creerse que esa fuera la mujer sobre la que Enki les había advertido. Parecía… inofensiva, y Enki era experto en la lucha cuerpo a cuerpo. Se encogió de hombros mientras esperaba a su compañero, que había ido a comprobar la identidad de la chica.

Winry se cruzó de brazos y bufó enfadada. ¿Quién era ese gorila y por qué no la dejaba pasar? Ese Enki seguro que le había gastado una broma y le había mandado allí para que la echaran. Que Lera era rica… y qué más. Ella era propietaria de un bar, según sabía, y esa mansión no podía pagarse con su sueldo. Mataría a Enki a collejas. ¡Y encima le había dicho que se pusiera guapa y colorida! Allí todo el mundo iba con colores apagados y se la quedaban mirando con miradas extrañas y recelosas. ¿Qué sitio era ese?

―¿Vais a dejarme pasar o no? ―le espetó al gigantón de la puerta. Éste alzó una ceja y la ignoró― ¡Sé que me oyes! ¿Vive aquí Valeriya Petrov o no? ¡Tengo frío y me duelen los pies! ―se quejó agitando los brazos.

―Si quieres te caliento yo, no me importaría… Ni te acordarás de tus pies.

Dimitri se acercó a la entrada y se encontró con una escena que lo dejó boquiabierto. La chica rubia pegaba a Dave con un gran bolso y chillaba cosas inteligibles ―captó un "pervertido"―. El guardia vio a su compañero y le gruñó:

―Dave, dime que no es la chica para darle su merecido ―Winry le sacó la lengua. No le creía.

―Lo lamento, compañero, es ella ―se rió mientras la agarraba de un brazo y la introducía en la mansión. Dave se quedó atrás con expresión fastiada.

Y fastidiada era una forma suave de calificar la expresión de la mandamás de la organización. Enki había esquivado sus proyectiles hasta ahora, y temía que sacara su pistola. Amigos o no, Lera tenía muy mala hostia y un revólver.

Unos golpes en la puerta cortaron la discusión y Valeriya dijo con voz seca que entraran. Un agente apareció en el umbral. Si el aspecto del desordenado del despacho o la mano de su jefa cerrándose sobre el cuello de Enki le llamaron la atención, no lo demostró.

―Jefa, la chica ha llegado al control de seguridad y ha pitado el sensor. ¿Desea que la registremos? Lamento si la pregunta le molesta, pero nos habían comunicado que el procedimiento con ella tenía que ser… diferente ―dirigió su mirada a Enki, que asintió aún medio asfixiado.

―No, no la registréis ―negó separándose del hombre y recuperando la compostura. ―Traedla directamente aquí. NO la enseñéis nada, ¿de acuerdo? ―advirtió frunciendo el ceño.

―Claro, jefa.

Valeriya se sentó tras su mesa y suspiró, de repente muy cansada. En cuestiones de papeleo, enfrentamientos o contrabandos podía improvisar y salir con la mejor de la soluciones; pero discutir con Winry le daba dolor de cabeza . Cuando debía estar atenta, se mostraba despistada. Cuando rogaba por que no se diera cuenta de lo que hacía, se volvía sumamente perspicaz. Se preparó mentalmente para lo que venía. ¿Cómo iba a sacarla de la casa?

Unos pasos hicieron que las espaladas de ambos se tensaran como las cuerdas de un piano. Llamaron a la puerta y se abrieron al recibir permiso. Winry y el agente pasaron al despacho.

Enki y Valeriya esperaron que dijera algo, que los acusara de algo o soltara alguna broma sobre la seguridad, pero no dijo nada. Ni siquiera los miraba. Su atención se concentraba en el guardia que la acompañaba, visiblemente incómodo ante su indiscreción.

Por fin, Winry miró a su amiga con la boca abierta y exclamó:

―¡Tía, pero si es…! ¡Dios!

La mujer por fin comprendió qué le pasaba y sonrió.

―También se llama Sasha. Y es ruso ―aseguró, viendo cómo los ojos de Winry empezaban a brillar y se emocionaba―. Es… mi primo, ¿nunca te he hablado de él?

―¡Qué dices! ¡Qué zorra, Lera! Mira que no decirme que tenías semejante familia ―Sasha endureció el cuerpo, esperando el estallido de furia de su jefa. Perplejo, comprobó que sonreía.

―Lo siento, lo siento, pero ahí lo tienes.

―Sólo le falta ser piloto y ya es perfecto ―bromeó Winry mientras Enki rodaba los ojos.

Sasha, que no parecía comprender nada, comentó:

―Soy piloto.

La habitación se sumió en el silencio. Winry, increíblemente, no decía nada. Su mirada había dejado de lado toda broma y expresaba seguridad.

―Sasha, ¿quieres casarte conmigo? ―preguntó muy seria.

Valeriya se atragantó y empezó a toser, mientras Enki comenzaba a reírse a carcajadas escandalosamente. Winry los ignoró; miraba seriamente a Sasha. Éste pensaba sobre de qué manicomio se habría escapado esa lunática.

Una bombilla se encendió en la cabeza en la líder de la organización. Enki sonrió de medio lado: sabía lo que iba a decir.

―¡Perfecto! Hay una capilla por aquí cerca y conozco a un cura que podría hacerlo esta noche. Sólo salgamos de aquí y…

―¿Salir? ―repitió Winry, confundida mientras agarraba a Sasha de un brazo (quien tenía cara de querer escapar rápidamente del despacho) ―¿No podemos casarnos aquí?

―No te he dado el sí ―protestó el hombre.

El barullo del despacho se escuchaba por toda la planta. Dave, que había sido relevado en la puerta, sacudió la cabeza.

―Dima, ¿estás seguro de que no podemos cargárnosla?

Dimitri rió entre dientes y negó con un gesto.

―Enki me ha dicho que no es solo amiga de la jefa, sino también su amante.

El hombre abrió los ojos.

―¿Estás seguro?, ¿no lo diría de coña?

―Parecía estar seguro de ello. ¿Te imaginas a la jefa montándoselo con ella? ―Los dos sonrieron ensoñados ante la imagen mental. Un ruido fuerte en la sala los despertó. ―Parece que hay problemas, entremos ―dijo abriendo rápidamente la puerta.

Sasha estaba en mitad del despacho, y los miraba de forma suplicante ―¿suplicante?― mientras trataba de sacudirse a la joven que se colgaba de su brazo. El agente miró desesperado a su jefa, que parecía haber perdido la cordura ―ya ni intentaba nada con Enki, quien se partía en el suelo―.

―¡Jefa, esto no puede ser! ¡Tengo novia y no había visto nunca antes a esta chica! Le repito que no puedo casarme con ella ―dijo mirando a Winry, que hacía pucheros pero le agarraba con una fuerza inusitada en alguien de su tamaño.

Dave suspiró con fuerza y la fulminó con la mirada.

―Jefa, hay que encargarse de ella. Es un peligro para la Organización del Gato Negro.

Valeriya le miró con expresión asesina, provocando que el guardia palideciese. ¿Qué había hecho ahora?

―Estás muerto, idiota.

―¿La Organización del Gato Negro? ―preguntó sorprendida Winry, soltando sin querer a su presa. Viéndose momentáneamente libre, Sasha emprendió la huida.

―Esto… Sí, es el nombre de mi bar ―improvisó la mujer pasando una mano por su cabello.

―Qué cliché. Y da mala suerte. Los gatos negros no son buenos, te traerán desgracias al bar. ―No vio los pares de ojos llenos de desdén y continuó―: ¿Qué tal la Organización del Gato con Botas? Es más original, y puedes añadir tu toque personal añadiendo algo, como "Organización del Gato con Botas Rosadas". ¿A que es una cucada?

Valeriya no podía articular palabra. Las risas de Enki se intensificaron.

―¡No te rías, bobo! ¡Es p-r-e-c-i-o-s-o! ¡Y me debes un regalo! Y… ¿eso es un revólver?

Winry se acercó a la mesa y cogió el arma cargada, mirándola con curiosidad. Enki se sintió repentinamente amenazado. La mujer simplemente enterró sus manos en su cara.

―Me veo al final de la noche tirándome a un pozo…

―¡No digas eso, mujer! ―canturreó alegremente Winry agitando el arma. Todos los presentes se pusieron a cubierto discretamente― Parece tan real… Dios, si hasta pesa y todo. Tú y Enki lleváis demasiado lejos ese juego vuestro de la mafia… A propósito, ¿adónde fue mi prometido?

―Salió huyendo de la novia. Creo que te ha dejado plantada en el altar, Winry ―no pudo evitar bromear Enki.

Winry frunció los labios ofendida y se le ocurrió una idea. Con un gesto dramático, levantó el arma y apuntó a Enki.

―Eso es una ofensa, caballero. Pague por ella ―dijo con afección mientras apretaba el gatillo, esperando un simple chasquido.

Alucinada, vio como Enki caía y el caos se abría paso. Miró el revólver y lo tiró al suelo, limpiándose las manos. Por suerte tenía mala puntería y sólo le había dado en el hombro. Winry miró a Valeriya, que la fulminaba con la miraba y negaba lentamente con la cabeza. Señalando a Enki, quien se retorcía en el suelo, dijo con voz cargada de inocencia:

―Lera, ¿habías dicho algo de un pozo?

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Le pasa la pelota a Vicky~
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